jueves, 29 de julio de 2010

Otra vez esa sensación...


Que temporada más complicada. Menos mal que entre agotamiento y agotamiento, surgen momentos hilarantes.

Para variar y no perder la costumbre, Latumari y yo salimos a cenar fuera. Nos pusimos al corriente de cómo habían transcurrido nuestros respectivos días. Nos remontamos a nuestros principios y la verdad es que siempre terminamos riéndonos con muchísima complicidad. Hablamos de algún que otro tema de actualidad, de las últimas noticias de mi cuñá Marcela que lo está pasando como las indias y no sé cuantas cosas más.

Debo decir que la mayor parte de nuestras conversaciones están llenas de humor y momentos divertidísimos, es chocante porque nuestra apariencia suele ser bastante seria.

Aunque Latumari y yo ya nos conocemos en profundidad, todavía tenemos la capacidad de sorprendernos ante nuestras ocurrencias.

Momento del día con el que me quedo:

Cuando terminamos de cenar, Latumari me dice muy seriamente lo agotadísima que está. Yo la miro con arrobo, seriedad y penita. Ella me explica que siente las piernas agotadas y los pies ya ni los siente. Yo asiento seriamente. Ella me dice que no ve el momento de llegar a casa, ponerse cómoda (literalmente despelotarse), echarse en la cama regocijándose con lo fresquita que estará. Yo sigo asintiendo seriamente y viendo todo el proceso mentalmente, proceso que conozco de memoria. Me dice que necesita poner los pies en alto. Mi cara está a treinta centímetros de la suya, observándola y escuchándola. Y termina diciéndome que si, que necesita imperiosamente poner los pies en alto.... más o menos a la altura de mis orejas.

Evidentemente las dos nos pusimos ciegas de reir, Latumari porque me pilló totalmente desprevenida, tanto así que antes de que sonara mi carcajada, me salió una especie de trompetilla contenida.

Ayyy!!!!... si no fuera por ella y por sus ocurrencias, no sé que sería de mi!!!... sigo sintiendo la misma sensación que el primer día.

sábado, 24 de julio de 2010

Haciendo historias


Que bien se pasa cuando hacemos travesurillas...

Antes de ayer, cuando salir de currar, Latumari me recogió y nos fuimos a tomar una estupenda sangría de sidra y cómo no: a cenar.

Estábamos en plena faena manteniendo nuestras mandíbulas a destajo, cuando latumari se quedó clavada. Había olvidado algo en el trabajo, concretamente en el cuarto que sólo utiliza ella para cambiarse. Como la vi tan incómoda por aquello, le dijde que según terminaramos de cenar, pasaríamos por la fábrica y asunto solucionado.

Así lo hicimos. La verdad es que ya me había hecho a la idea de tener que esperarla fuera, porque para pasar, hay unas medidad de seguridad bastante potentes y a menos que tengas acreditación, te quedas fuera. Incluso llegué a bajarme del coche en cuanto llegamos a la garita del vigilante. El hombre me escaneó y decidió dejarme pasar con latumari.

Latumari volvió a describirme aquel lugar que para mi es lo más parecido a los infiernos de Dante y eso que por la noche, gana un montón, porque a pesar de tanta iluminación, no te permite distinguir la cruda realidad del lugar.

Bueno, pues finalmente llegamos al edificio que correspondía. Latumari iba delante de mi, encendiendo luces de pasillos, oficinas y cuartos, ensimismada en sus explicaciones, poniendo belleza dónde sólo había el paso de los años y un color rojizo de grafito incrustado a perpetuidad. Yo la observaba unos paso por detrás: tan mona!!... con sus vaqueritos ceñidos, ese culo fantástico y su camisetita sin mangas. Nada podía quedar a la imaginación, era lo que había.

Mi ceja derecha ya estaba ligeramente elevada y la comisura derecha de mi boca también se elevó. Sentí el cosquilleo que precede a mis malicias.

Llegamos a su cuartito. Creo que debe de medir 2 por 2... sólo cabe una ducha de 60 por 30 y un lavabo dónde solo puedes lavarte las manos de canto... pero latumari es conocida por sus múltiples facetas, y una de ellas es que también es latumariGiver... hace y deshace el mundo con una cerilla y un chicle usado.

Me mostró un armario que se hizo ella solita... con cartón... tiene sus puertitas con cerrojo y todo, dentro la barra para colgar la ropa... un panel que desliza a su conveniencia para usar el portátil o trabajar en sus maquetas... dos cajones repletos de cosas que sólo son tesoritos para ella y más ropa.

Yo observaba todo aquello entre flipante, admirada y orgullosa y claro... quise darle un regalo a latumari, algo para ella y para mi, algo que pudiéramos recordar las dos y especialmente ella para cuando llega a ese infierno particular.

Sin previo aviso, la enganché por la cintura y nos dimos un morreo de escándalo, parecíamos pulpos. Menos mal que el cuartito era tan diminuto, porque si no, hubiéramos ido golpeándonos contra todas las paredes y derribando todo lo que hubiera a nuestro paso. Nos enganchamos cómo pudimos al marco de aquella puerta... y empezamos a reirnos... de no ser porque el guardia de seguridad nos dejó pasar excepcionalmente y nos tenía controladas... el olvido de latumari, hubiera terminado en fuegos artificiales.

En cualquier caso, conseguimos ese momento para el recuerdo.

Ayer a las 14: 16, tenía en el trabajo una llamada perdida de latumari que no pude responder hasta dos horas más tarde y que ella tampoco pudo devolverme. Supe inmediatamente para qué era la llamada: al entrar en su cuarto para empezar a trabajar, recordó el momento que vivimos en aquella cajita de cerillas... misión cumplida... ella sonreía y yo también.

martes, 20 de julio de 2010

Diseccionando besos


Soy una vil adicta. Confirmado.

Los expertos dicen que los besos de alta intensidad son equiparables a una sobredosis de anfetaminas: aumentan los niveles de dopamina (sustancia asociada al bienestar) y de testosterona (hormona asociada al deseo sexual), y se generan adrenalina y noradrenalina, que aumentan la presión arterial y la frecuencia cardiaca. También segregan endorfinas (hormonas de la felicidad) y oxitocina (llamada hormona del amor porque está presente en el enamoramiento). Y se activan nada menos que 34 músculos. Es la mejor 'medicina' contra la depresión.

Cuando besamos con la boca abierta, queremos "absorber" información de la otra persona, nos queremos "embeber" de ella, saborearla, que entre más dentro de nosotras. El beso con la boca abierta, es una forma de acercamiento más íntima, ya que se comparten fluídos, y emocionalmente implica una unión más profunda.

Cuando irrumpe la lengua, se experimenta un alto grado de deseo, con o sin presencia del amor. Es un símil de penetración y hecho de forma inconsciente. El uso de la lengua responde al deseo de querer adentrarse y fundirse con la otra persona. Y, por qué cerramos los ojos? Para prolongar ese momento, ese gesto implica un deseo de guardar el momento más profundamente en nuestro cerebro.

Pues eso, que yo soy una adicta irrecuperable, que necesitos besos, como necesito agua.

Adoro los besos porque son un lenguaje universal, hay tal cantidad de matices en un beso, que puedes decir de todo con esa acción, sin necesidad de hablar el mismo idioma.

Y además, señoras mías: yo beso de fábula!!!...jajajaja... si, si, si... con un beso puedo explicar infinitas más cosas que con las palabras. Los besos son sentimientos en estado puro, puedes ofrecer el sentimiento más tierno, la pasión más arrebatadora, la lujuria más salvaje, el enfado más dominante, el deseo más voluptuoso... con un beso puedes dar o quitar vida. No hay nada más poderoso que los besos, ni que produzca mayores beneficios al cuerpo, al alma y al corazón.

Por cierto, ahora mismo necesito imperiosamente un chute, voy a por Latumari, que ella sabe la dosis exacta que requiero en estos momentos.

Haced caso a la foto, ese es el secreto para el bienestar.