Hace veintidos años que trabajo en el mismo lugar. Me niego a mencionar el nombre de mi empresa, con que diga que son unos grandes almacenes de toda la vida, rápidamente se pueden atar cabos.
Al principio me encantaba y no precisamente porque me guste estar de cara al público, pero me resultaba fascinante la cantidad de recursos que teníamos para conseguir un artículo determinado, como funcionábamos internamente y los medios con los que contábamos.
Por aquellos tiempos, nuestro trabajo consistía en colocar la mercancía que llegaba antes de abrir al público ( contra la creencia popular de que lo hacen los duendecillos verdes durante la noche). Atendíamos al público, si pagaban en efectivo o con la tarjeta nuestra, se cobraba en la caja del departamento y zanjado. Si pagaban con tarjeta bancaria, hacer una devolución o querían que se les empaquetara el artículo para regalo, los acompañabas a las famosas cajas centrales. Punto pelota.
De unos años para acá, además de ser
unos vendedores muy estéticos, dignos y educados, cobramos con todo tipo de tarjetas
nosotros mismos, empaquetamos para regalo, les hacemos el talón de reserva, nos colgamos del teléfono llamando a todos los centros del país para pedir lo que desean y que nosotros no tenemos en ese momento, hacemos las devoluciones, les llamamos por teléfono para decirles que se ha conseguido lo que querían, hacemos las rescisiones de mercancía que se pidió y que luego no se llevaron, hacemos los inventarios, colocamos y surtimos los departamentos, las exposiciones, atendemos las reclamaciones siendo el primer parapeto para la furia de un majadero que nos llama de todo porque no le hacemos el abono, eso si, luego viene el jefe de turno para dejarte a ti como una imbécil y quedar él como el héroe de la película, cuando lo que tú haces, es lo que se te ordena. En mi caso, llevo a más de sesenta proveedores, surto y anulo según convenga. Mandamos mercancía a otros centros, hacemos las devoluciones de los proveedores... etc, etc, etc...
Lo curioso es que la gente cree que sólo estamos allí divinamente plantados y vendiendo exclusivamente.
A todo esto, hay que sumarle que con la nueva reforma, nos han aplicado por el artículo treinta y tres, unos nuevos horarios. Con eso han logrado endosarnos jornadas partidas, cuándo y cómo ellos quieren, sin derecho a pataleo, con una hora para comer y dando palmas.
El resultado es que todo el mundo está agotado, quemado y medio deprimido. Dónde antes eramos cuarenta, ahora hay dieciocho. No se ha vuelto a contratar a una sola persona. La gente se queja porque no se le atiende o se le atiende mal... y cómo no iba a ser así??... no podemos hacer más de lo que ya hacemos y mucho menos sonreir como a primera hora de la mañana.
Ayer un jefe le lavantó la mano a un compañero mío. Intentó darle un puñetazo... todavía no doy crédito. Nuestro jefe de planta, fue testigo al igual que otra docena de personas. Cuando mi compañero le preguntó si lo había visto y si no iba a hacer nada, éste cabrón con patas que tenemos por jefe, le respondió que el otro era un superior y le debía respeto.
Mi compañero tuvo que irse para urgencias acompañado por otro. Su corazón está un poco golpeado, por lo que cuando el médico le tomó la tensión se quedó helado al ver lo elevadísima que estaba. Cuando se enteró de lo que había ocurrido, le informó que como médico, tiene la obligación de denunciarlo y que lo haría sobre la marcha.
No sé en lo que parará todo esto. Lo único que sé, es que nunca estuvimos más desamparados, esclavizados y ninguneados que ahora. No es que seamos números, es que ahora somos pedazos de carne sin derecho a nada.
Hace tiempo que me ahogo entre la rabia, la pena y la impotencia. Pero lo de ayer... ver a mi compañero, un hombre hecho y derecho de sesenta años llorando como un niño conmigo, por la indignación y la humillación... eso no me lo quita nadie de la cabeza. Asco. Asco absoluto. Y verguenza, muchísima verguenza por haber tirado veintidos años de mi vida con una empresa que hace ya muchísimo tiempo que no me representa y que dejaría con los ojos cerrados.