
Que temporada más complicada. Menos mal que entre agotamiento y agotamiento, surgen momentos hilarantes.
Para variar y no perder la costumbre, Latumari y yo salimos a cenar fuera. Nos pusimos al corriente de cómo habían transcurrido nuestros respectivos días. Nos remontamos a nuestros principios y la verdad es que siempre terminamos riéndonos con muchísima complicidad. Hablamos de algún que otro tema de actualidad, de las últimas noticias de mi cuñá Marcela que lo está pasando como las indias y no sé cuantas cosas más.
Debo decir que la mayor parte de nuestras conversaciones están llenas de humor y momentos divertidísimos, es chocante porque nuestra apariencia suele ser bastante seria.
Aunque Latumari y yo ya nos conocemos en profundidad, todavía tenemos la capacidad de sorprendernos ante nuestras ocurrencias.
Momento del día con el que me quedo:
Cuando terminamos de cenar, Latumari me dice muy seriamente lo agotadísima que está. Yo la miro con arrobo, seriedad y penita. Ella me explica que siente las piernas agotadas y los pies ya ni los siente. Yo asiento seriamente. Ella me dice que no ve el momento de llegar a casa, ponerse cómoda (literalmente despelotarse), echarse en la cama regocijándose con lo fresquita que estará. Yo sigo asintiendo seriamente y viendo todo el proceso mentalmente, proceso que conozco de memoria. Me dice que necesita poner los pies en alto. Mi cara está a treinta centímetros de la suya, observándola y escuchándola. Y termina diciéndome que si, que necesita imperiosamente poner los pies en alto.... más o menos a la altura de mis orejas.
Evidentemente las dos nos pusimos ciegas de reir, Latumari porque me pilló totalmente desprevenida, tanto así que antes de que sonara mi carcajada, me salió una especie de trompetilla contenida.
Ayyy!!!!... si no fuera por ella y por sus ocurrencias, no sé que sería de mi!!!... sigo sintiendo la misma sensación que el primer día.