martes, 12 de octubre de 2010

Si no quieres taza....


Ay!!... que racha, madre del amor fermoso!!

Latumari ha pillado una estúpida gripe que la ha pulverizado hasta el límite, queriendo hacerle brotar el vértigo. Esto se cuenta rápido, pero ha sido un proceso de dos semanas, cada día más eterno que el anterior.

Y clarooooo!!!... cómo iba a dejar yo que todo el protagonismo se lo llevara ella???... no, no, nooo!!

Así, con discrección, fui poniéndome silenciosamente morada. Las dos enroscaditas en la cama.

No quería que el pánico se apoderara de mi, no quería quedarme sin aire, pero dejé de respirar. Y es queeeee... empezó a latirme una muela. Después de años, volví a tener un horrible dolor de muelas. No podía creerlo, en mayo fui con mi dentista y todo había quedado divino de la muerte.

Pues ná, que tuve que dejar el curro al día siguiente, para que mi dentista me recibiera de urgencia.

Allí estaba yo, toda digna por fuera y rabiando por dentro. Pariendo por minutos y tratando de regular mi desbocada respiración. Me avisaron que podía pasar y salí de la salita de espera tiesa como el palo de una escoba. Eso si, en cuanto vi a Silvia, mi dentista, mujer seria donde las haya e incluso apabullante, perdí toda mi dignidad y entré dando saltitos de pataleta mientras mencionba su nombre... tanto Silvia, como su ayudanta, se partieron de risa literalmente. Creo que les toqué la fibra sensible, porque claro, una menda va siempre pisando fuerte, digna e incluso chulescamente, era impensable verme dando saltitos berrinchudos. Con todo el cariño del mundo y con sólo ponerme el ojo encima, me dijo que se me había formado una bolsa de pus debajo del último empaste. Me recetó antibiótico y quedamos para la siguiente semana.

Dos días después, un sábado, amanecí con la cara de pandereta, me parecía a Popeye pero con pelo. Nos fuimos a urgencias para que me dieran un justificante y poder quedarme en casa para rumiar mi dolor y no ir a currar.

Al día siguiente empezaron a irritarse mis partes sensibles. Menos mal que Latumari y yo, lo tomamos a risa, pero era pa llorar y no parar.

Ya se lo dije a Latumari: no hay ni un sólo resquicio que ya no conozca de mi. Ella y sólo ella, ha llegado dónde nunca nadie soñó siquiera. No hay postura por poco decorosa que sea, que yo no haya lucido ante ella. Cada milímetro de mi anatomía ha sido visitado por su mirada experta.

Es más, puedo asumir mi papel de Apachete, penacho parapetado en el cogote, cuchillo entre los dientes, repto como una anguila, aguzando mis sentidos mientras me cuelo en la habitación. Incluso me chupo el dedo pa ver la dirección del viento y que éste me ayude a pasar desapercibida... trepo por el armario, observo el cuerpecillo de Latumari arropado en la cama y mis tendones se ponen como cuerdas de violín ante el salto previo que voy a dar. Allá voyyyyyy!!!... grito de guerra... caos total... de la que salto hago la equis... es decir brazos en alto, piernas estiradas... al gritar se me cae el cuchillo que llevo entre los dientes, el penacho se me escurre y queda ladeao, el tapa-ratos se desparigüela y Latumari ya usó su memoria fotográfica hacia mis partes.

Joups!!... nada intimidante, la verdad. Me diagnostica que tengo las zonas nobles al pilpil y me espatarra analíticamente sobre la cama.

Habla con Silvia y le ordena que deje de tomar el antibiótico inmediatamente. Así lo hago, pero el proceso lleva su tiempo. Mi flora intestinal ha sido exterminada, mi culete ha quedado como boca de payaso, y no sonriente precisamente. Que me ponga un óvulo. A estas alturas, yo siento casi, casi, furor uterino. Cualquier esquina me resulta sugerente, hasta el pico de la plancha.... por las barbillas de Neptunooooo.... como puede arder tantoooooo????

Bué... después de cuatro días sin meterme medicamentos y con las partes casi recuperadas al cien por cien... ayer empezó a brotarme una pequeña erupción. Empezó por los muslos, de las rodillas a las ingles... cuando llegué al curro, ya había ascendido por mis escote y comenzaba a subir por el cuello. El matasanos/matamalos de la empresa, me dio un antiestamínico... llevo tres pastillitas de ayer a hoy y esto no para.

Hoy voy de Ronchawoman Escarlata. Las piernas, el estómago, el pecho, los brazos, la espalda, el culete... todo está invadido. Doy grima. La pequeñísimas ronchas se van aliando y hay zonas dónde ya son una sóla y enorme mancha roja intensa. Me he convertido en una tránsfuga, ahora voy por la vida de Piel Roja.

Mañana tengo dentista y cita con mi médico... alguien puede salvarme???... es que ya estoy agotadita y a partir de pasado mañana empiezo jornadas ampliadas en el curro, mañanas, tardes y casi, casi noches.

Socorritooooo!!... Auxilitoooo!!... qué será de mi??... ainss!!... menos mal que la Latumari nos cuida a las dos.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sin sentido y mucho menos, sensibilidad...


Hay cosas que me ponen de un humor negro, negrísimo. En realidad, siento como la ira me hierve a borbotones.

A veces el pánico se apodera de mi cuando veo a la chavalería de hoy en día. Ya sé, ya sé que no todos son iguales, pero en su gran mayoría tienen una total falta de respeto hacia cualquier persona o forma de vida. Lo único válido son sus propias amistades, todo lo que no pertenezca a su círculo, no tiene valor ninguno.

A mis dieciocho años, era una persona todavía por formar, pero al menos era respetuosa y educada. A los dieciocho años ya tenía sensibilidad, pudor y compasión. Un tesoro, comparado con estos dos mamarrachos. Las condenas me parecen insuficientes.

Jayla Hamm, de 18 años, y su novio Corde Honea, de 19, fueron condenados en EEUU a penas de cárcel por pegar en la pared con cinta adhesiva al hijo de ella, de 22 meses de edad, después de una noche de fiesta.

La pareja, maniató con una potente cinta de color verde al niño, de 22 meses, contra una pared de su domicilio, le pegó los pies al suelo con pegamento y, posteriormente, tomó fotografías que la madre subió a su página en la red social MySpace. Uno de sus amigos vio las instantáneas y comunicó el suceso a las autoridades. Hamm fue condenada a pasar al menos 10 días en prisión y dos años en libertad condicional mientras que Honea, que fue quien puso la cinta adhesiva al niño, pasará entre 36 y 60 meses encarcelado por un delito de abuso de menores. El incidente tuvo lugar en enero después de que los jóvenes regresaran a casa, según la policía, tras una noche de fiesta y decidieron pegar al niño en la pared para divertirse, mientras el pequeño lloraba inmovilizado. El niño fue puesto bajo custodia de las autoridades del estado.

Que clase de diversión puede producir semejante espectáculo??... y menos mal que a esa descerebrada se le ocurrió publicar las fotos, porque de nos ser así, el incidente hubiera pasado desapercibido y qué sería lo siguiente, crucificar al niño con clavos??

Que miedo me da pensar en mi vejez....

lunes, 4 de octubre de 2010

Cuando un angel suspira


El 14/01/09, Latumari y yo habíamos ido a comer a casa de mi madre. Pasamos un buen rato las tres juntas, como siempre.

En casa de mi madre, la vida la repartimos en dos sitios: la cocina y el estudio que convertimos en salita. La cocina es el sitio que más tiempo nos alberga, no hay duda. Estuvimos hablando de todo un poco, nos reímos, nos sorprendimos con las últimas novedades acompañadas por un par de cafés.

En cierto momento de la conversación, mi madre suspiró. Suavecito. Suspiró como sólo pueden suspirar los angelitos, desde muy adentro, suspiros que te hacen cosquillitas por dentro y por fuera. Suspiró como es natural en ella.

Un suspiro no tiene nada de especial aparentemente, excepto los suspiros de mi madre. Los suspiros de mi madre nacen en su precioso corazón y salen a la superficie atravesándole la piel. Desde hace veinte años y tres meses, sus suspiros siempre van precedidos de un leve “hipeo”. Suspira como lo hace la gente que previamente ha llorado.

Latumari conoce sus suspiros porque ya la ha oído más veces, pero ese día, fue un suspiro tan dulce y tan tierno que nos sorprendió a las tres.

En mi caso, puedo decir que no fue sorpresa lo que sentí. Sencillamente me generó un enorme sentimiento o infinitos sentimientos que se entrelazaron hasta convertirse en uno solo, pero fortísimo. No pude controlarlo, me emocionó hasta la médula. Mi madre, que es mucha madre y pocas cosas que me conciernan se le escapan, se quedó turbada al ver mi reacción. En realidad vio mis ojos y esa estúpida agüilla que a veces los invade. Como consecuencia sus ojos se llenaron de lágrimas. Como consecuencia a mi se me escaparon unas cuantas. Tuve que levantarme y abrazarla. Las dos llorando como bobas y Latumari tan emocionada como nosotras. Todo un poema.

Los suspiros de mi madre, no siempre fueron así. Hubo un tiempo que suspiraba sin más. Sus suspiros cambiaron cuando perdió a mi padre. Si alguien pierde lo que le es más amado y llora noche tras noche, año tras año y trata de ocultar el dolor ahogándolo con la almohada, esquivando esa línea tan finita que si la traspasas solo te llevaría a la locura. Cuando un paisaje, un ruido, un color, un sabor, una palabra, el mundo, la vida misma, te traen a la memoria a esa persona tan amada y notas que lloras por dentro y por fuera. Cuando lloras. Cuando sigues llorando durante mucho, mucho, mucho tiempo hasta que ya no te quedan lágrimas y entonces lloras con el alma, es justo en ese momento cuando ya no puedes volver a suspirar como lo hace el resto de la gente.

Por eso los suspiros de mi madre me calan tan hondo, porque sé hasta donde la llevó su sufrimiento, porque sé exactamente como nacieron sus suspiros, sé el por qué de que se quedaran a vivir en su corazón por siempre jamás y sé que sus suspiros vuelan sin paradas hasta llegar al cielo, para ser recogidos por su destinatario, el único que los puede merecer y que los abraza como si fueran suyos.

martes, 21 de septiembre de 2010

Mirando la vida pasar


La penúltima vez que volví a México, fue por la boda de mi único hermano. Justo dos días antes de volver a España, me fisuré los ligamentos de un tobillo, por lo que tuvieron que ponerme una férula de escayola y vendarme hasta la rodilla. Se supone que debía mantener la pierna en alto el mayor tiempo posible, pero claro, si te toca viajar en avión, es sumamente difícil, a menos que al señor de adelante no le importe que le ponga la pierna en la coronilla.

El caso es que nos tocó pasar noche en N. York. Ciudad inmensa se mire por dónde se mire. Decidimos que a la mañana siguiente, nos iríamos pronto al aeropuerto, porque llevando la pata como la llevaba, no estaba para muchas florituras y así lo hicimos.

Me gusta viajar con mi madre. Bueno, con mi madre me gusta todo, porque tiene una conversación amena y divertida, fue capaz de hacer hablar en español al recepcionista del hotel. Todavía la recuerdo desenvolviéndose por ese pedazo de aeropuerto que es el F. Kennedy, oye!! parecía que andaba por Barajas!!

Bueno, pues nada, que facturamos las maletas y nos sentamos. Las dos observamos que había un carrito de esos para llevar las maletas, abandonado, a un par de metros de distancia. Resultaba curioso porque ese aeropuerto es inmenso, nadie puede, ni debe moverse por él si no tienes algo con ruedas para transportar tu equipaje y no morir en el intento.

Al minuto, apareció la primera persona acelerada por el pasillo. Mi madre y yo la observamos, parecíamos dos abuelas de pueblo viendo la vida pasar. Las dos vimos el destello lujurioso en su ojo cuando vio el carrito y como aceleró el paso para apoderarse de él. Lanzó su maleta con satisfacción y le imprimió un empujón al inesperado regalo motorizado. La trampa estaba en una de las ruedas delanteras: estaba dañada y se atascaba, por eso lo habían abandonado en medio de la nada. Al empujarlo con tanto ímpetu, el carrito se encabritó y el cuerpo de la persona, casi sale impelido por encima de él.

Mi madre y yo asistimos a todo aquello analíticamente, viendo como evolucionaba, pero cuando vimos lo del empujón y el tropezón, creímos morir. Nos empezó a dar tal congestión de risa, que sólo eramos capaces de ponernos moradas y llorar, y llorar y llorar... he de decir que cuando mi madre y yo nos cegamos riendo, sonamos igual que Lindo Pulgoso, las dos nos agarramos el corazón e intentamos extender la otra mano para aferrarnos a algo invisible que nos de la bocanada de aire necesaria para no reventar como una castaña.

Aquel carrito, nos salvó. Nos hizo pasar uno de los mejores y más divertidos momentos de nuestra vida. Pasajero, tras pasajero, todos hacían exactamente lo mismo. A todos se les veía el fogonazo de alegría, la cara de egoísmo, la de satisfacción, la de susto inesperado y la de mala leche cuando descubrían el por qué de aquel abandono.

Cuatro horas dan para mucho en un aeropuerto. De esas cuatro horas pude sacar en conclusión que la raza humana es egoísta, avariciosa y malhumorada, pero inevitablemente, cada cierto tiempo, aparecía una persona que realmente era capaz de apreciar lo tonto y simpático de su comportamiento y marcharse moviendo la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja.

Como la vida misma, oye!!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sin pegar ojo


Tres de la madrugada. Latumari y Marcela en el salón, viendo/comentando lo que echan por la tele. Nuka (nuestra yorkshire), medio desesperada, porque no sabe si ir para el salón o quedarse aquí conmigo.
Mañana operan a Latumari, de ahí su desvelo. Por más que lo intenta, no es capaz de quitárselo de la cabeza. A nadie le gusta entrar en un quirófano por más leve que sea la intervención.
Marcela acompaña a Latumari, que pa' ella es Lamimari, por pura solidaridad y amor del bueno.
Y yo, estoy despierta por el simple hecho de estar agotada hasta la médula. Yo, que duermo en el pico de una piedra. Yo, que soy la viva imagen de un lirón hecho persona... no puedo dormir!!
El trabajo me está consumiendo viva, hace tiempo que no me siento feliz haciendo lo que hago. Vivo más tiempo en la empresa que en mi casa, pero lo que ha colmado mis nervios, es que debido a los nuevos e inhumanos horarios que tengo, haya tenido que dormir fuera de casa, alejándome de Latumari y de todo lo que me es querido. Eso no lo soporto, ni lo perdono, aunque sólo haya sido un día.
Definitivamente, esto ya no es lo mío.
Mejor me voy con Latumari y con mi cuñá Marcela, seguro que caen unas risas y harán que me sienta infinitamente mejor por el simple hecho de tenerlas al lado. Esparadme, chicaaaas!!

domingo, 15 de agosto de 2010

Noche de estrellas


Mi cuñá Marcela ya habló de esto, pero su gusto por lo telegráfico siempre me deja con ganas de mas.

Llama Marcela a Latumari y le dice que si vamos al día siguiente por la noche de escapada a León para ver la lluvia de estrellas, hay dudas porque yo soy la única que tiene que madrugar y como yo soy muy sacrificada para esas cosas, disipo las dudas velozmente y decidimos hacerlo, que buena falta me hacía oxigenarme un poco.

Yo trabajé de mañana, Latumari trabajó de tarde y Marcela no dio un palo al agua, sólo al del golf. Mientras esperaba por las dos, preparé tremenda cafetera, un termo de café y otro de leche, dos mantitas polares (que vamos pa mayores y las noches leonesas son imprevisibles) y una silla playera, que las otras dos ya las traía mi cuñá.

Marcela apareció con las otras dos sillas, unos bocadillos tamaño obrero famélico, de cecina, bañada en aceite virgen y queso de cabra. Vasos, azúcar, cucharillas y dos sorpresas que no pensaba decirme hasta que no estuviéramos in situ.

Cuando llegó Latumari, apareció con más vasos, cucharilla y supervisó todo el equipo. Marcela le comentó lo de las dos sorpresitas y que no pensaba decirnos nada.

Si te dicen que no te van a dar una sorpresa hasta que llegue el momento adecuado, pues no te queda otra que aguantar no??... pues con Marcela no vale... cuando nos dimos cuenta tenía medio puchero en la cara por nuestra falta de insistencia y terminó hasta dando saltitos de enfado. Reventó las sorpresas allí mismo: traía lo que en apariencia era una lata de refresco, con la peculiaridad de que dentro no tenía refresco, sino una colección de bombones belgas y una botellita minúscula para mi, de crema de orujo, mi chupito preferido. Y de paso, también le trajo una botellita de vino a Latumari. Por traer, se trajo hasta los hielos para que yo pudiera disfrutar plenamente de la copichuela nocturna.

Pues allá nos fuimos. Llovía ligeramente y nos encontramos con numerosos bancos de niebla. El calor bochornoso de los días anteriores y la lluvia, producían una niebla pesada y extraña.

Y aterrizamos en Babia. Se nos resitía la cuneta de nuestros sueños, pero finalmente dimos con ella.

Sillas fuera, alineación de los astros: Latumari, Marcela y yo en posición. Estrellas brillantes, brisa nocturna. Operación mantas. En ese momento, Marcela y yo vimos la primera estrella. Inmediatamente después, alumbradas por el calor de una linterna petaquera, atacamos los bocatas. Risas. Muchas risas. Lágrimas de risa. Dolores de risa. Segunda estrella cazada por Marcela y por mi. Latumari pataleaba indignada.

Llegaron los cafés, calentitos y apetecibles. Tercera estrella capturada por Latumari y Marcela. Yo estaba ocupadísima saboreando mi chupito y mi café.

Con los cafés vinieron los poemas, que recitados bajo aquella bóveda, eran de lo más reconfortantes... aunque fueran de un soez increíble...jajajaja... y vinieron más risas, y luego la caída de los bombones y llegó el momento del silencio. Esos silencios que jamás incomodan y que incluso son recibidos con los brazos abiertos, porque te ponen en perfecta comunión con el universo.

Se aproximaba una gran nube que iba engullendo las estrellas poco a poco. Decidimos levantar nuestro campamento gitano si es que la cervicalgia nos lo permitía. Mientras recogíamos las cosas, Marcela pilló otra estrella. Cuatro de cuatro, la cuñá estaba sembrada.

Y volvimos a casa, cansadas pero muuuuy satisfechas. Marcela vino a echar el último cigarro con nosotras a nuestra cama, como ya es costumbre y poco después nos quedamos fritas.

Al día siguiente me dormí, menos mal que Latumari pudo llevarme en coche al curro, pero tampoco me hubiera importado llegar tarde, porque después de una noche como esa, que me quiten lo bailao!!

martes, 10 de agosto de 2010

Qué pena... tan jóven...


Todos los días hago el mismo recorrido para ir hacia el tren que me llevará a Oviedo. Todos los días, voy sola, enfilando esa recta que a la vuelta, parece no tener fin. Cuanto más temprano, más sóla voy. Aparentemente.

Cuando enfilo la recta, me gusta complicarme la vida. Lo digo porque siempre cruzo hacia la otra acera, por allí no suele ir la gente, es una acera demasiado estrecha. Bordeada por las vallas del tren y del otro lado, los coches aparcados. Si a eso le añadimos las farolas que sembraron cada X metros, pues el resultado es que sólo la utilizo yo. Es Mi acera, la conozco palmo a palmo y domino su recorrido con la elegancia que me proporciona el más absoluto conocimiento de cada baldosa. Me contorsiono suavemente ante el bordeo de cada farola, nada de bajar el escalón, eso tiene muy poca ciencia. Sé esquivar con los ojos cerrados los brazos de las pequeñas zarzas que desean arañar mis pantalones e invadir la carretera.

Aparentemente voy sola.

Cuando empecé a relacionarme con la recta y su acera, me di cuenta de que escondido tras la valla, había algo que me observaba fijamente y con precaución. Incluso lo sentía corretear una vez que yo había pasado.

Al poco tiempo, me di cuenta de que no iba tan sola por la recta. Empecé a toparme con caracoles madrugadores y somnolientos. Ellos hacen que camine con la gracia de un ninja, voy scaneando el perímetro con velocidad porque si piso uno, me da un jamacuco y sería capaz de ponerme a llorar a moco tendido por el sufrimiento. Cuando regreso, mis caracolillos ya no están, han traspasado la valla y roncan plácidamente escondidos entre la vegetación. Ahora las que me acompañan son las mariposas. Pequeñas mariposas amarillas que van jaleándome para que llegue al final de la recta sin morir en el intento. Pero las que me dan más trabajo, son mis lagartijillas, porque con el calor del medio día, se vuelven irresponsables y descaradas. Las muy bobas llegan a bajar el bordillo de la acera y ya se sabe que las lagartijas desconocen lo que es la valentía. Bueno, en realidad son tan histéricas, que desconocen cualquier sentimiento, sólo distinguen la emoción: " uy!!... que calorcito... me pondré un poquito más adelante??... o no??... o si??... o no??... o si??".

Ydistinguen el miedo panicoso:..." Arrea!!!... un humanooo!!... no lo ví llegar!!... qué haré??... pa' dónde tiro??".

Y claro, a mi no me queda más remedio que ir caminando con exquisita suavidad, sin brusquedades, ahora voy en la modalidad de ninja-bailarina-de-ballet. Porque y si por mi culpa una de mis lagartijas sale corriendo hacia la carretera en lugar de correr hacia la maleza???... y si me la estrapalla un coche delante de mis narices??... me moriría de la impresión.

Por lo tanto: la poca gente con la que pueda cruzarme, a primeras horas de la mañana, ve a una chica elegantíiiiiisima, que camina como si el mundo le perteneciera. Pero a los cinco metros, la misma chica, va haciendo estrambóticas eses... qué pena!!!... tan jóven!!

El resto de la gente que me ve a medio día, vuelve a ver a la misma y elegantíiiiiiisima chica caminando con soltura y dinamismo, tan es así, que las mariposillas silvestres la saludan a su paso. Pero a los diez metros, esa misma chica va ralentizando su paso hasta hacerlo casi en cámara lenta y manteniendo extrañas y solitarias conversaciones, acelera y aminora, acelera y aminora, acelera y aminora... dos abuelas me observan desde la acera de enfrente y murmuran entre ellas.

Me paro, las miro y desde mi acera les grito: Ya sé, ya sé.... qué pena!!!!... tan jóven!!!!