martes, 2 de noviembre de 2010

Nuka


Creo que nunca he escrito nada sobre Nuka.

Nuka es la yorkshire de Latumari y mía. Y confieso que me tiene loca de amor...jajajaja

Tres kilillos de felicidad peluda y graciosa. En casa es un cielo, en la calle, un demoniejo obsesionado por saludar a todo ser viviente, por poco recomendable que sea. Nos ha salido sociable la criatura, qué le vamos a hacer!!

Nuka llegó a nuestra vida porque su antecesora Kika, dejó un vacío tan insoportable que la casa se volvió inhóspita y fría. Así era imposible levantar cabeza. Latumari y yo nos pasábamos las horas enroscadas y conteniendo las ganas de llorar a cada minuto. Era una soledad tan grande...

El día que llegó Nuka, yo no pude recibirla por culpa del trabajo, lo hizo Latumari. Inmediatamente me llamó para explicarme lo que veía. Incluso me mandó unas cuántas fotos. Yo me sentía de mantequilla y desesperada por volver a casa y conocerla.

Cuando llegué, Latumari ya se había ido, pero estábamos hablando por el móvil. Ella quería "oír" mi reacción. Abrí la puerta de casa y me dirigí directamente a la cocina. Allí estaba Nuka, caminando vivarachamente hacia mi, y de lado, porque le pesaba el culete. Los ojillos brillantes como ascuas y una curiosidad exagerada que a día de hoy no la ha abandonado.

Me cabía en una mano y me enloquecía aquella pancita rechoncha y sonrosada. Creo que lo único que yo decía era " que cosita tan bonitaaaaa".

Hubo un tiempo en el que pensé que jamás llegaríamos a entendernos Nuka y yo. Era rebelde, contestona y geniuda. No admitía un no por respuesta y todavía le cuesta... pero ya cede.

Nuka no sabe que es una perrita. Ella piensa que es un bebé o por el contrario, que es un San Bernardo. No le tiene miedo a ningún perro, se acerca a todos sin distinciones, ni temores, previo saludo a sus amos.

Mi momento mágico con ella, es por las noches. Después de cenar, cuando estiro las piernas sobre la mesa y Latumari está a mi lado en idéntica postura. Nuka se sube sobre mi y yo la pongo en mis brazos como si fuera un bebé, acariciándole el pecho. Ella solo me mira, me mira y me mira. Suspira, entorna sus pestañazas, me da un par de lametazos y lucha por no quedarse dormida. Adora nuestro abracito grupal y que Latumari y yo le estampemos un beso al mismo tiempo en sus cachetitos, haciendo con ella un sandwich de mimos. Se deja querer. Se deja adorar. Es una bandida maravillosa.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Mummy


Una escapadita por los mundos virtuales para constatar que sigo viva.

Hoy, uno de noviembre, es el cumpleaños de Mummy... mi madrecita del alma querida.

Por ese motivo, nos invitó a comer a Latumari y a mi. Y yo iba como desesperada por verla, porque necesitaba ver esos maravillosos ojos, que son los míos. Porque últimamente miro alrededor y sólo veo "carencias maternales". Bien porque algunas de esas madres ya no viven en éste mundo terrenal, bien porque la salud las abandona implacablemente, bien porque de madres sólo tengan el título y poco más.

Y Mummy hablaba durante la comida, con sus gestitos, con esa dulzura que siempre la acompaña, con esa risa fácil que le brota tan espontáneamente. Yo casi no la escucho, lo que hago es grabarmela a fuego en la retina y en el corazón. Disfruto y aprovecho cada minuto a su lado y rezo... o algo parecido. Pido poder seguir viéndola durante muchos, muchos, muchos más años, con su dignidad, con su alegría, con su independencia, con su fortaleza y con su belleza.

Y es que mi madre ha sido y es una mujer guapa por los cuatro costados, por los cuatro puntos cardinales y hasta por las costuras. El tiempo la mima, la trata bien y la respeta, la deja envejecer con coquetería y elegancia.

Mis ojos, que son los suyos, la traspasan más allá de su precioso envoltorio y entonces se me doblan hasta las rodillas, porque lo que tiene por dentro es infinitamente más hermoso que lo que transmite desde afuera.

Una mujer de 71 años que ha sabido y querido amoldarse a las circunstancias, especialmente a las mías por un sólo motivo: por amor.

Por eso, cuando nos despedimos, no deja de sorprenderme y nos hace sonreir. Nos manda saludos para "las chicas", y prosigue mencionándolas a una por una: para Marcela, para Desastrín, para Yosu, para la Galle... para todas.

Que grande eres Mummy y cuánto, cuánto, cuánto te quiero.


P.D:... si, la de la foto es mi madre... os agradecería que no hicierais comentarios fuera de tono, que nos conocemos y ya hemos hablado de esto. Un respeto.... que es mi madreeeeeeee!!!... marranas!!

martes, 12 de octubre de 2010

Si no quieres taza....


Ay!!... que racha, madre del amor fermoso!!

Latumari ha pillado una estúpida gripe que la ha pulverizado hasta el límite, queriendo hacerle brotar el vértigo. Esto se cuenta rápido, pero ha sido un proceso de dos semanas, cada día más eterno que el anterior.

Y clarooooo!!!... cómo iba a dejar yo que todo el protagonismo se lo llevara ella???... no, no, nooo!!

Así, con discrección, fui poniéndome silenciosamente morada. Las dos enroscaditas en la cama.

No quería que el pánico se apoderara de mi, no quería quedarme sin aire, pero dejé de respirar. Y es queeeee... empezó a latirme una muela. Después de años, volví a tener un horrible dolor de muelas. No podía creerlo, en mayo fui con mi dentista y todo había quedado divino de la muerte.

Pues ná, que tuve que dejar el curro al día siguiente, para que mi dentista me recibiera de urgencia.

Allí estaba yo, toda digna por fuera y rabiando por dentro. Pariendo por minutos y tratando de regular mi desbocada respiración. Me avisaron que podía pasar y salí de la salita de espera tiesa como el palo de una escoba. Eso si, en cuanto vi a Silvia, mi dentista, mujer seria donde las haya e incluso apabullante, perdí toda mi dignidad y entré dando saltitos de pataleta mientras mencionba su nombre... tanto Silvia, como su ayudanta, se partieron de risa literalmente. Creo que les toqué la fibra sensible, porque claro, una menda va siempre pisando fuerte, digna e incluso chulescamente, era impensable verme dando saltitos berrinchudos. Con todo el cariño del mundo y con sólo ponerme el ojo encima, me dijo que se me había formado una bolsa de pus debajo del último empaste. Me recetó antibiótico y quedamos para la siguiente semana.

Dos días después, un sábado, amanecí con la cara de pandereta, me parecía a Popeye pero con pelo. Nos fuimos a urgencias para que me dieran un justificante y poder quedarme en casa para rumiar mi dolor y no ir a currar.

Al día siguiente empezaron a irritarse mis partes sensibles. Menos mal que Latumari y yo, lo tomamos a risa, pero era pa llorar y no parar.

Ya se lo dije a Latumari: no hay ni un sólo resquicio que ya no conozca de mi. Ella y sólo ella, ha llegado dónde nunca nadie soñó siquiera. No hay postura por poco decorosa que sea, que yo no haya lucido ante ella. Cada milímetro de mi anatomía ha sido visitado por su mirada experta.

Es más, puedo asumir mi papel de Apachete, penacho parapetado en el cogote, cuchillo entre los dientes, repto como una anguila, aguzando mis sentidos mientras me cuelo en la habitación. Incluso me chupo el dedo pa ver la dirección del viento y que éste me ayude a pasar desapercibida... trepo por el armario, observo el cuerpecillo de Latumari arropado en la cama y mis tendones se ponen como cuerdas de violín ante el salto previo que voy a dar. Allá voyyyyyy!!!... grito de guerra... caos total... de la que salto hago la equis... es decir brazos en alto, piernas estiradas... al gritar se me cae el cuchillo que llevo entre los dientes, el penacho se me escurre y queda ladeao, el tapa-ratos se desparigüela y Latumari ya usó su memoria fotográfica hacia mis partes.

Joups!!... nada intimidante, la verdad. Me diagnostica que tengo las zonas nobles al pilpil y me espatarra analíticamente sobre la cama.

Habla con Silvia y le ordena que deje de tomar el antibiótico inmediatamente. Así lo hago, pero el proceso lleva su tiempo. Mi flora intestinal ha sido exterminada, mi culete ha quedado como boca de payaso, y no sonriente precisamente. Que me ponga un óvulo. A estas alturas, yo siento casi, casi, furor uterino. Cualquier esquina me resulta sugerente, hasta el pico de la plancha.... por las barbillas de Neptunooooo.... como puede arder tantoooooo????

Bué... después de cuatro días sin meterme medicamentos y con las partes casi recuperadas al cien por cien... ayer empezó a brotarme una pequeña erupción. Empezó por los muslos, de las rodillas a las ingles... cuando llegué al curro, ya había ascendido por mis escote y comenzaba a subir por el cuello. El matasanos/matamalos de la empresa, me dio un antiestamínico... llevo tres pastillitas de ayer a hoy y esto no para.

Hoy voy de Ronchawoman Escarlata. Las piernas, el estómago, el pecho, los brazos, la espalda, el culete... todo está invadido. Doy grima. La pequeñísimas ronchas se van aliando y hay zonas dónde ya son una sóla y enorme mancha roja intensa. Me he convertido en una tránsfuga, ahora voy por la vida de Piel Roja.

Mañana tengo dentista y cita con mi médico... alguien puede salvarme???... es que ya estoy agotadita y a partir de pasado mañana empiezo jornadas ampliadas en el curro, mañanas, tardes y casi, casi noches.

Socorritooooo!!... Auxilitoooo!!... qué será de mi??... ainss!!... menos mal que la Latumari nos cuida a las dos.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sin sentido y mucho menos, sensibilidad...


Hay cosas que me ponen de un humor negro, negrísimo. En realidad, siento como la ira me hierve a borbotones.

A veces el pánico se apodera de mi cuando veo a la chavalería de hoy en día. Ya sé, ya sé que no todos son iguales, pero en su gran mayoría tienen una total falta de respeto hacia cualquier persona o forma de vida. Lo único válido son sus propias amistades, todo lo que no pertenezca a su círculo, no tiene valor ninguno.

A mis dieciocho años, era una persona todavía por formar, pero al menos era respetuosa y educada. A los dieciocho años ya tenía sensibilidad, pudor y compasión. Un tesoro, comparado con estos dos mamarrachos. Las condenas me parecen insuficientes.

Jayla Hamm, de 18 años, y su novio Corde Honea, de 19, fueron condenados en EEUU a penas de cárcel por pegar en la pared con cinta adhesiva al hijo de ella, de 22 meses de edad, después de una noche de fiesta.

La pareja, maniató con una potente cinta de color verde al niño, de 22 meses, contra una pared de su domicilio, le pegó los pies al suelo con pegamento y, posteriormente, tomó fotografías que la madre subió a su página en la red social MySpace. Uno de sus amigos vio las instantáneas y comunicó el suceso a las autoridades. Hamm fue condenada a pasar al menos 10 días en prisión y dos años en libertad condicional mientras que Honea, que fue quien puso la cinta adhesiva al niño, pasará entre 36 y 60 meses encarcelado por un delito de abuso de menores. El incidente tuvo lugar en enero después de que los jóvenes regresaran a casa, según la policía, tras una noche de fiesta y decidieron pegar al niño en la pared para divertirse, mientras el pequeño lloraba inmovilizado. El niño fue puesto bajo custodia de las autoridades del estado.

Que clase de diversión puede producir semejante espectáculo??... y menos mal que a esa descerebrada se le ocurrió publicar las fotos, porque de nos ser así, el incidente hubiera pasado desapercibido y qué sería lo siguiente, crucificar al niño con clavos??

Que miedo me da pensar en mi vejez....

lunes, 4 de octubre de 2010

Cuando un angel suspira


El 14/01/09, Latumari y yo habíamos ido a comer a casa de mi madre. Pasamos un buen rato las tres juntas, como siempre.

En casa de mi madre, la vida la repartimos en dos sitios: la cocina y el estudio que convertimos en salita. La cocina es el sitio que más tiempo nos alberga, no hay duda. Estuvimos hablando de todo un poco, nos reímos, nos sorprendimos con las últimas novedades acompañadas por un par de cafés.

En cierto momento de la conversación, mi madre suspiró. Suavecito. Suspiró como sólo pueden suspirar los angelitos, desde muy adentro, suspiros que te hacen cosquillitas por dentro y por fuera. Suspiró como es natural en ella.

Un suspiro no tiene nada de especial aparentemente, excepto los suspiros de mi madre. Los suspiros de mi madre nacen en su precioso corazón y salen a la superficie atravesándole la piel. Desde hace veinte años y tres meses, sus suspiros siempre van precedidos de un leve “hipeo”. Suspira como lo hace la gente que previamente ha llorado.

Latumari conoce sus suspiros porque ya la ha oído más veces, pero ese día, fue un suspiro tan dulce y tan tierno que nos sorprendió a las tres.

En mi caso, puedo decir que no fue sorpresa lo que sentí. Sencillamente me generó un enorme sentimiento o infinitos sentimientos que se entrelazaron hasta convertirse en uno solo, pero fortísimo. No pude controlarlo, me emocionó hasta la médula. Mi madre, que es mucha madre y pocas cosas que me conciernan se le escapan, se quedó turbada al ver mi reacción. En realidad vio mis ojos y esa estúpida agüilla que a veces los invade. Como consecuencia sus ojos se llenaron de lágrimas. Como consecuencia a mi se me escaparon unas cuantas. Tuve que levantarme y abrazarla. Las dos llorando como bobas y Latumari tan emocionada como nosotras. Todo un poema.

Los suspiros de mi madre, no siempre fueron así. Hubo un tiempo que suspiraba sin más. Sus suspiros cambiaron cuando perdió a mi padre. Si alguien pierde lo que le es más amado y llora noche tras noche, año tras año y trata de ocultar el dolor ahogándolo con la almohada, esquivando esa línea tan finita que si la traspasas solo te llevaría a la locura. Cuando un paisaje, un ruido, un color, un sabor, una palabra, el mundo, la vida misma, te traen a la memoria a esa persona tan amada y notas que lloras por dentro y por fuera. Cuando lloras. Cuando sigues llorando durante mucho, mucho, mucho tiempo hasta que ya no te quedan lágrimas y entonces lloras con el alma, es justo en ese momento cuando ya no puedes volver a suspirar como lo hace el resto de la gente.

Por eso los suspiros de mi madre me calan tan hondo, porque sé hasta donde la llevó su sufrimiento, porque sé exactamente como nacieron sus suspiros, sé el por qué de que se quedaran a vivir en su corazón por siempre jamás y sé que sus suspiros vuelan sin paradas hasta llegar al cielo, para ser recogidos por su destinatario, el único que los puede merecer y que los abraza como si fueran suyos.

martes, 21 de septiembre de 2010

Mirando la vida pasar


La penúltima vez que volví a México, fue por la boda de mi único hermano. Justo dos días antes de volver a España, me fisuré los ligamentos de un tobillo, por lo que tuvieron que ponerme una férula de escayola y vendarme hasta la rodilla. Se supone que debía mantener la pierna en alto el mayor tiempo posible, pero claro, si te toca viajar en avión, es sumamente difícil, a menos que al señor de adelante no le importe que le ponga la pierna en la coronilla.

El caso es que nos tocó pasar noche en N. York. Ciudad inmensa se mire por dónde se mire. Decidimos que a la mañana siguiente, nos iríamos pronto al aeropuerto, porque llevando la pata como la llevaba, no estaba para muchas florituras y así lo hicimos.

Me gusta viajar con mi madre. Bueno, con mi madre me gusta todo, porque tiene una conversación amena y divertida, fue capaz de hacer hablar en español al recepcionista del hotel. Todavía la recuerdo desenvolviéndose por ese pedazo de aeropuerto que es el F. Kennedy, oye!! parecía que andaba por Barajas!!

Bueno, pues nada, que facturamos las maletas y nos sentamos. Las dos observamos que había un carrito de esos para llevar las maletas, abandonado, a un par de metros de distancia. Resultaba curioso porque ese aeropuerto es inmenso, nadie puede, ni debe moverse por él si no tienes algo con ruedas para transportar tu equipaje y no morir en el intento.

Al minuto, apareció la primera persona acelerada por el pasillo. Mi madre y yo la observamos, parecíamos dos abuelas de pueblo viendo la vida pasar. Las dos vimos el destello lujurioso en su ojo cuando vio el carrito y como aceleró el paso para apoderarse de él. Lanzó su maleta con satisfacción y le imprimió un empujón al inesperado regalo motorizado. La trampa estaba en una de las ruedas delanteras: estaba dañada y se atascaba, por eso lo habían abandonado en medio de la nada. Al empujarlo con tanto ímpetu, el carrito se encabritó y el cuerpo de la persona, casi sale impelido por encima de él.

Mi madre y yo asistimos a todo aquello analíticamente, viendo como evolucionaba, pero cuando vimos lo del empujón y el tropezón, creímos morir. Nos empezó a dar tal congestión de risa, que sólo eramos capaces de ponernos moradas y llorar, y llorar y llorar... he de decir que cuando mi madre y yo nos cegamos riendo, sonamos igual que Lindo Pulgoso, las dos nos agarramos el corazón e intentamos extender la otra mano para aferrarnos a algo invisible que nos de la bocanada de aire necesaria para no reventar como una castaña.

Aquel carrito, nos salvó. Nos hizo pasar uno de los mejores y más divertidos momentos de nuestra vida. Pasajero, tras pasajero, todos hacían exactamente lo mismo. A todos se les veía el fogonazo de alegría, la cara de egoísmo, la de satisfacción, la de susto inesperado y la de mala leche cuando descubrían el por qué de aquel abandono.

Cuatro horas dan para mucho en un aeropuerto. De esas cuatro horas pude sacar en conclusión que la raza humana es egoísta, avariciosa y malhumorada, pero inevitablemente, cada cierto tiempo, aparecía una persona que realmente era capaz de apreciar lo tonto y simpático de su comportamiento y marcharse moviendo la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja.

Como la vida misma, oye!!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sin pegar ojo


Tres de la madrugada. Latumari y Marcela en el salón, viendo/comentando lo que echan por la tele. Nuka (nuestra yorkshire), medio desesperada, porque no sabe si ir para el salón o quedarse aquí conmigo.
Mañana operan a Latumari, de ahí su desvelo. Por más que lo intenta, no es capaz de quitárselo de la cabeza. A nadie le gusta entrar en un quirófano por más leve que sea la intervención.
Marcela acompaña a Latumari, que pa' ella es Lamimari, por pura solidaridad y amor del bueno.
Y yo, estoy despierta por el simple hecho de estar agotada hasta la médula. Yo, que duermo en el pico de una piedra. Yo, que soy la viva imagen de un lirón hecho persona... no puedo dormir!!
El trabajo me está consumiendo viva, hace tiempo que no me siento feliz haciendo lo que hago. Vivo más tiempo en la empresa que en mi casa, pero lo que ha colmado mis nervios, es que debido a los nuevos e inhumanos horarios que tengo, haya tenido que dormir fuera de casa, alejándome de Latumari y de todo lo que me es querido. Eso no lo soporto, ni lo perdono, aunque sólo haya sido un día.
Definitivamente, esto ya no es lo mío.
Mejor me voy con Latumari y con mi cuñá Marcela, seguro que caen unas risas y harán que me sienta infinitamente mejor por el simple hecho de tenerlas al lado. Esparadme, chicaaaas!!