martes, 23 de marzo de 2010

Un día sobre ruedas...


Uy, uy, uyyyy!!!

No voy a alargarme hoy, que no tengo fuerzas, ni forma humana de apoyar la espalda.

Me tocó visita al "hostiópata", si, si, bien leído: HOSTIOPATA, porque más que hostias no me da.

Que dolor, madre del amor fermoso!! que dolooooor!!!... y encima pago para que me maltrate, si es queeee... tiene bemoles el asunto. Me quita el dolor del cuello para ponérmelo en toda la espalda, más majo él, que las antiguas pesetas.

Lo cierto es que el médico, es muy agradable. Tiene la risa floja y es parlanchín, aunque para mi es difícil mantener una conversación cuando me están clavando cinco estiletes y partiendo la cintura. Es la primera vez que le lanzo cagamentos a un médico y además le mando recuerdos a su madre. El se ríe, por suerte para mi, porque si se lo tomara muy a pecho, podría hacer que saliera de allí en sillita de ruedas, eso sí, con motor, que ya no estoy pa tantos esfuerzos. Hoy me enteré que es motero y como buen motero, me dio unas clases rápidas mientras me conducía vertiginosamente a oscuros y dolorosos abismos. Entre jadeo y jadeo, le dije que le estaba dando vueltas a la idea de comprar una moto, nada salvaje, algo práctico que me permitiera no depender del tren y que pudiera ir por autopista. Creo que lo emocioné muy a mi pesar, porque se enajenó nuevamente clavándome los garfios que tiene por dedos y entre lágrima y lágrima, alcancé a murmurarle en un último suspiro que mi mayor obstáculo era Mari, que a ella no le seducía lo más mínimo la idea y bueno, que ya puestos y contando con que me estaba torturando y matando allí mismo, difícilmente saldría con vida y posibilidades de visitar ningún concesionario. Pero eso sí, que le dijera a mi churri que la quise mucho, mucho, mucho, muchísimo y que se salvara ella ya que yo no podía.

Menos mal que mi princesa guerrera va también a éstas sesiones, porque de no ser así, sería cuando menos mosqueante. Cuando salgo del cubículo, voy jadeante, sudorosa y no camino muy sobriamente. Además voy arreglándome la ropa y mis pelos me asemejan más a Medusa que a mi misma. El médico no jadea, pero suda como yo, con lo que sumar uno mas uno, podría llevarnos a penosas confusiones.

Antes de irnos, se puso a escribirme algo que sólo él podía adivinar. Ni Mari, ni yo, sabíamos de que iba tanta anotación. Creí que sería algún tipo de gel muscular, o unas pastillitas o una rutina de ejercicios, no lo sé. Lo que me dio en aquel papelito, fueron tres marcas y modelos de motos para orientarme. A que es majete????... y atípico.

Finalmente y después de hacer un par de recadillos, Mari se apiadó de mi y me invitó a tomar un café. En esa cafetería, siempre te regalan unos churros con el café. Y allí estábamos las dos, periqueando por la ventana, charlando y riendo. Ella quiso saber qué me parecían los churros y yo puse una ligera mueca, le dije que estaban bien, pero ni se acercaban a los que ella me hace y que además a esos churros, siempre les faltaba azúcar. Mi vista estaba fija en los jardines que se ven desde la ventana hasta que escuché lo siguiente:

- No te preocupes... voy a ponerte mi azúcar en tu churrito.

Pa' habernos matao, pensé que moría allí mismo de risa, malicia y asfixia.

Al principio Mari no entendía mi ataque y para cuando lo entendió, sólo atinó a decirme tonta y que yo no tenía churro.

Moradas. Nos pusimos moradas.

4 comentarios:

  1. pero bueno la convenciste de lo de la moto o no???

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  2. Es dura como un peñón, Farala. Eso me llevará un poco de tiempo, pero espero ablandarle el corazonzote que tiene!!

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  3. que no se entere...pero entre todas ablandaremos su corazon...tu solo dile...mari que con la moto tengo un puuuuuuunnnnntoooooooo enorme¡¡¡¡¡

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  4. jajajaja... es cierto Desastrín!!... cuando trajiste la tuya y me subí en ella, me miró con ojos golositos!!... hay que recordárselo.

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